jueves, 2 de agosto de 2018

MI VIDA BLANCA Y AZVL


Los recuerdos de mi niñez siempre están acompañados de mi abuelo José, el me enseño muchas cosas en la vida, me dejo una tremenda herencia que la llevo orgulloso, me dejo la pasión por el fútbol y por Alianza Lima.
Cuando conozco gente que simpatiza o es hincha, le pregunto cómo así llego a querer los colores o por qué?, hay historias increíbles y escucharlas me hacen más aliancista, me hacen más fuerte.
Quiero compartir como creció en mi este amor, digo creció porque creo que yo nací con él. Mi primera vez en el estadio, fue en Matute, el 17 de diciembre de 1978, con tres años cumplidos, le ganamos al Aurich 2-0 con goles Cesar Cueto y Ravello, recuerdos lejanos de ese partido, pero fue el inicio de algo hermoso, que al día de hoy puedo compartir con mi hija.
De ese partido, recuerdo después las conversaciones con mi abuelo, que me decía que yo no veía el partido y mi mirada estaba fijada en la tribuna sur y norte, donde se ubicaban las masas, donde el hincha saltaba y cantaba, donde se escuchaba un bombo que latía junto a todos los corazones. 
Los recuerdos con imágenes  llegan para los años  82-83, nuestro  entrenador era el gran Pitin Zegarra, ya veía algo más que la tribuna sur, ya empezaba a ver fútbol y los primeros jugadores que me llenaron los ojos fueron Raul Mejía, Jose Carranza, Jorge Olaechea y Tomas Farfán.
Ya para esos años tenía una camiseta que me regalo mi tío Pepe cuando cumplí los siete años, mi vieja esperaba que me duerma para sacármela, todo el día andaba con la camiseta, a todo lado la llevaba.
Con mi abuelo continuábamos nuestras visitas a Matute,  Nacional, Telmo Carbajo, Lolo Fernandez, Huacho dos veces al mes, empezaba a entender más el juego, empezaba a ponerme picón cuando perdíamos, mi estado de ánimo cambiaba depende del resultado y la clásica tarea cuando eres estudiante  de primaria, gráfica y cuéntanos que hiciste el fin de semana; lo mío siempre lo mismo, Matute y contaba sobre el partido.
Recuerdo que ya con casi nueve años, mi “mancha” del salón éramos todos grones, algo que hasta el día de hoy se da, mis amigos tiene que compartir conmigo todo lo que es Alianza, mis conocidos pueden ser de cualquier equipo.
En marzo del 86, aun se jugaba el campeonato del 85, ese día fue miércoles en la noche, triplete, de fondo era el clásico, mi abuelo que ya empezaba a tener problemas con la vista no me llevo, fui al Nacional acompañado de mi vieja, la cual no sabía muy bien dónde comprar las entradas y no quiso escucharme, compro reventa de oriente, yo estaba muy molesto, esa tribuna es de la u, le decía.
Nos sentamos pegados a sur, el partido el primer tiempo fue un trámite, nos fuimos con un 2-0 a favor, pero el segundo tiempo el equipo estuvo muy confiado, nos voltearon, cuando termino el partido, casi toda la tribuna sur estaba vacía, la barra oriente de la u festejaba, fue la primera vez que llore en el estadio, cuando empezamos a salir de la tribuna, se escuchaban gritos, nos juntamos con todos los hinchas de la u, algo pasaba afuera, era la barra de Alianza, que no dejaba salir a los de la u y si salían tenían que sacarse su camiseta, mi llanto se convirtió en sonrisa, me quede parado mirando todo, mi vieja me decía ya vamos, no mami, hoy no perdimos, hoy ganamos, ese día me prometí ir a la barra siempre.
Jugadores que veía, Escobar, Bustamante, Illescas, Daniel Reyes, Eugenio La Rosa, Casanova, Benjamín Rodriguez, justo este último por aquella época se convirtió en enamorado de la hija de  “Segundilla” Arana, un señor que trabajaba para el club y su padre era mi vecino en Pueblo Libre.
Así pude conocer a muchos de los chicos de esa época, Cancino, Cavero, Garretón, Arenaza, más los mencionados antes, realizaban reuniones y fiestas en la casa de Pueblo libre, yo solo tenía que bajar unas 15 escaleras para poder verlos, los miraba como si no fueran de verdad, ellos me llamaban, podía después conversar con ellos, los veía bailar salsa, tocar cajón, cantar música criolla, tomar agua o Inca Kola.
Pero al que yo quería conocer era Luis Escobar, era el distinto en la cancha, para fines del 86, se jugó una final Sub 19 contra la u en el Lolo Fernandez, fui con mi abuelo, el primer tiempo la u nos pasó por encima, pero termino solo 2-1, los padres de familia le pedían al DT, que ponga a Luchito, que ya había debutado dos años atrás en primera. Es así que faltando 20 minutos entro Luis Escobar, con la 19, con sus tobilleras y en 5 minutos volteamos el partido.  Se juntó con Arenaza, Cancino, Bustamante y empezaron no a jugar bonito, empezaron a burlarse, porque al principio los padres e hinchas que estábamos ahí, cambiamos los oles por risas y luego carcajadas cuando dejaban en ridículo a sus rivales, lo que ocasiono que cuando acabo el partido una tremenda bronca, los padres de los jugadores de la u, les dieron pase a la cancha, a nosotros nos prohibieron el ingreso, los chicos se defendían como podían, en eso veo que tres jugadores de la u pegan a la reja a Luis Escobar, hacían el amague de entrarle pero nada, me quede ahí observando, cuando puedo despegarme de mi abuelo empiezo a bajar los escalones, veo a Luis realizar un par de movimientos, tipo box y la bronca de acabo, dos al piso, uno corrió. Lucho fue a defender a sus demás compañeros, los padres de los chicos lo amaban, era el mejor en la cancha, defendía a sus hijos, era casi completo.
Cuando llega diciembre del año 87, ya había sufrido perder dos finales con San Agustín, un campeonato Regional y uno Nacional, y empezaban las burlas, ya no las asumía con una sonrisa, estaba creciendo, ya sentía rabia y ganas de pelearme.
Llego la tragedia y fue una marca, no solo para mí, sino para muchos de mi época, para la barra que se volvió más radical y dura. Pise la tribuna sur por primera vez en el año 88 con el regreso de Cesar Cueto al club, el pobre Cesar acompañado de Anselmo Soto, Charum, Vitito Reyes, año muy pobre de mí Alianza, pero con una barra sur que crecía más y más a pesar de llevar 10 años sin campeonar.
Iba solo al estadio, a veces acompañado de un par de compañeros de colegio, arrimado a un costado, porque estaba prohibido el medio, ese era para las batutas.
Años 91-92 futbolísticamente muy malos, que mejorarían en el 93 con la llegada de muchos chicos que alegraban las tardes de fin de semana en Matute o en cualquier cancha, ilusionaban al hincha, al barrista que estaba cada día más radical , más violento, todo eso acompañado por la coyuntura  política que vivíamos. Los golpes a las barras rivales eran algo de costumbre, pegarles, robarle sus telas, volverles a pegar, hacerlos correr.
Mi presencia en la popular paso de estar en un costado a ponerme en la parte de arriba del nacional y abajo casi pegado a la reja en Matute, años 94-95-96 que ya íbamos con la gente del barrio, hermanos de Pueblo Libre, con los que compartíamos este amor.
Mi primer viaje fue a Chimbote, me fui sin avisar, jugábamos con el Ovación Sipesa (después Deportivo Sipesa), con los años pude seguir a mi amor a Sullana, Piura, Chiclayo, Huaral, Chancay,  Iquitos, Tarapoto, Pucallpa, Cusco, Arequipa, Tacna.
Llego el campeonato del 97, el campeonato del centenario en el Cusco, donde tuve la dicha de estar y meterme al camerino a festejar, el Bi  2002-2003, el título del 2006, la barra se consolido, hubieron cambios pero no se perdió la radicalidad ni la fuerza con que se alienta en los partidos.
El titulo 2017 me tomo más tranquilo, mi entusiasmo y mi amor creció, junto con el amor a mi familia y a mi hija, baje poco a la cancha, sobre todo a los partidos donde va menos gente, ahí me gusta estar.

Estamos peleando el apertura 2018, ayer saliendo del Callao, después del 1-1 contra Cantolao, sentí molestia de la gente pero no resignación. Confió que se dará, confió en que se nos dará otra vez.
Nos vemos en Matute el próximo domingo.

Aliancistamente,

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