Los
recuerdos de mi niñez siempre están acompañados de mi abuelo José, el me enseño
muchas cosas en la vida, me dejo una tremenda herencia que la llevo orgulloso,
me dejo la pasión por el fútbol y por Alianza Lima.
Cuando
conozco gente que simpatiza o es hincha, le pregunto cómo así llego a querer
los colores o por qué?, hay historias increíbles y escucharlas me hacen más
aliancista, me hacen más fuerte.
Quiero
compartir como creció en mi este amor, digo creció porque creo que yo nací con él.
Mi primera vez en el estadio, fue en Matute, el 17 de diciembre de 1978, con
tres años cumplidos, le ganamos al Aurich 2-0 con goles Cesar Cueto y Ravello,
recuerdos lejanos de ese partido, pero fue el inicio de algo hermoso, que al
día de hoy puedo compartir con mi hija.
De ese
partido, recuerdo después las conversaciones con mi abuelo, que me decía que yo
no veía el partido y mi mirada estaba fijada en la tribuna sur y norte, donde
se ubicaban las masas, donde el hincha saltaba y cantaba, donde se escuchaba un
bombo que latía junto a todos los corazones.
Los
recuerdos con imágenes llegan para los
años 82-83, nuestro entrenador era el gran Pitin Zegarra, ya veía
algo más que la tribuna sur, ya empezaba a ver fútbol y los primeros jugadores
que me llenaron los ojos fueron Raul Mejía, Jose Carranza, Jorge Olaechea y
Tomas Farfán.
Ya para esos
años tenía una camiseta que me regalo mi tío Pepe cuando cumplí los siete años,
mi vieja esperaba que me duerma para sacármela, todo el día andaba con la
camiseta, a todo lado la llevaba.
Con mi
abuelo continuábamos nuestras visitas a Matute,
Nacional, Telmo Carbajo, Lolo Fernandez, Huacho dos veces al mes,
empezaba a entender más el juego, empezaba a ponerme picón cuando perdíamos, mi
estado de ánimo cambiaba depende del resultado y la clásica tarea cuando eres
estudiante de primaria, gráfica y
cuéntanos que hiciste el fin de semana; lo mío siempre lo mismo, Matute y
contaba sobre el partido.
Recuerdo que
ya con casi nueve años, mi “mancha” del salón éramos todos grones, algo que
hasta el día de hoy se da, mis amigos tiene que compartir conmigo todo lo que
es Alianza, mis conocidos pueden ser de cualquier equipo.
En marzo del
86, aun se jugaba el campeonato del 85, ese día fue miércoles en la noche,
triplete, de fondo era el clásico, mi abuelo que ya empezaba a tener problemas
con la vista no me llevo, fui al Nacional acompañado de mi vieja, la cual no
sabía muy bien dónde comprar las entradas y no quiso escucharme, compro reventa
de oriente, yo estaba muy molesto, esa tribuna es de la u, le decía.
Nos sentamos
pegados a sur, el partido el primer tiempo fue un trámite, nos fuimos con un
2-0 a favor, pero el segundo tiempo el equipo estuvo muy confiado, nos
voltearon, cuando termino el partido, casi toda la tribuna sur estaba vacía, la
barra oriente de la u festejaba, fue la primera vez que llore en el estadio,
cuando empezamos a salir de la tribuna, se escuchaban gritos, nos juntamos con
todos los hinchas de la u, algo pasaba afuera, era la barra de Alianza, que no dejaba
salir a los de la u y si salían tenían que sacarse su camiseta, mi llanto se
convirtió en sonrisa, me quede parado mirando todo, mi vieja me decía ya vamos,
no mami, hoy no perdimos, hoy ganamos, ese día me prometí ir a la barra
siempre.
Jugadores que
veía, Escobar, Bustamante, Illescas, Daniel Reyes, Eugenio La Rosa, Casanova,
Benjamín Rodriguez, justo este último por aquella época se convirtió en
enamorado de la hija de “Segundilla”
Arana, un señor que trabajaba para el club y su padre era mi vecino en Pueblo
Libre.
Así pude
conocer a muchos de los chicos de esa época, Cancino, Cavero, Garretón,
Arenaza, más los mencionados antes, realizaban reuniones y fiestas en la casa
de Pueblo libre, yo solo tenía que bajar unas 15 escaleras para poder verlos,
los miraba como si no fueran de verdad, ellos me llamaban, podía después
conversar con ellos, los veía bailar salsa, tocar cajón, cantar música criolla,
tomar agua o Inca Kola.
Pero al que
yo quería conocer era Luis Escobar, era el distinto en la cancha, para fines
del 86, se jugó una final Sub 19 contra la u en el Lolo Fernandez, fui con mi
abuelo, el primer tiempo la u nos pasó por encima, pero termino solo 2-1, los
padres de familia le pedían al DT, que ponga a Luchito, que ya había debutado
dos años atrás en primera. Es así que faltando 20 minutos entro Luis Escobar,
con la 19, con sus tobilleras y en 5 minutos volteamos el partido. Se juntó con Arenaza, Cancino, Bustamante y
empezaron no a jugar bonito, empezaron a burlarse, porque al principio los
padres e hinchas que estábamos ahí, cambiamos los oles por risas y luego
carcajadas cuando dejaban en ridículo a sus rivales, lo que ocasiono que cuando
acabo el partido una tremenda bronca, los padres de los jugadores de la u, les
dieron pase a la cancha, a nosotros nos prohibieron el ingreso, los chicos se
defendían como podían, en eso veo que tres jugadores de la u pegan a la reja a
Luis Escobar, hacían el amague de entrarle pero nada, me quede ahí observando,
cuando puedo despegarme de mi abuelo empiezo a bajar los escalones, veo a Luis
realizar un par de movimientos, tipo box y la bronca de acabo, dos al piso, uno
corrió. Lucho fue a defender a sus demás compañeros, los padres de los chicos
lo amaban, era el mejor en la cancha, defendía a sus hijos, era casi completo.
Cuando llega
diciembre del año 87, ya había sufrido perder dos finales con San Agustín, un
campeonato Regional y uno Nacional, y empezaban las burlas, ya no las asumía
con una sonrisa, estaba creciendo, ya sentía rabia y ganas de pelearme.
Llego la
tragedia y fue una marca, no solo para mí, sino para muchos de mi época, para
la barra que se volvió más radical y dura. Pise la tribuna sur por primera vez
en el año 88 con el regreso de Cesar Cueto al club, el pobre Cesar acompañado
de Anselmo Soto, Charum, Vitito Reyes, año muy pobre de mí Alianza, pero con
una barra sur que crecía más y más a pesar de llevar 10 años sin campeonar.
Iba solo al
estadio, a veces acompañado de un par de compañeros de colegio, arrimado a un
costado, porque estaba prohibido el medio, ese era para las batutas.
Años 91-92
futbolísticamente muy malos, que mejorarían en el 93 con la llegada de muchos
chicos que alegraban las tardes de fin de semana en Matute o en cualquier
cancha, ilusionaban al hincha, al barrista que estaba cada día más radical ,
más violento, todo eso acompañado por la coyuntura política que vivíamos. Los golpes a las
barras rivales eran algo de costumbre, pegarles, robarle sus telas, volverles a
pegar, hacerlos correr.
Mi presencia
en la popular paso de estar en un costado a ponerme en la parte de arriba del
nacional y abajo casi pegado a la reja en Matute, años 94-95-96 que ya íbamos
con la gente del barrio, hermanos de Pueblo Libre, con los que compartíamos
este amor.
Mi primer
viaje fue a Chimbote, me fui sin avisar, jugábamos con el Ovación Sipesa
(después Deportivo Sipesa), con los años pude seguir a mi amor a Sullana,
Piura, Chiclayo, Huaral, Chancay,
Iquitos, Tarapoto, Pucallpa, Cusco, Arequipa, Tacna.
Llego el
campeonato del 97, el campeonato del centenario en el Cusco, donde tuve la
dicha de estar y meterme al camerino a festejar, el Bi 2002-2003, el título del 2006, la barra se
consolido, hubieron cambios pero no se perdió la radicalidad ni la fuerza con
que se alienta en los partidos.
El titulo
2017 me tomo más tranquilo, mi entusiasmo y mi amor creció, junto con el amor a
mi familia y a mi hija, baje poco a la cancha, sobre todo a los partidos donde
va menos gente, ahí me gusta estar.
Estamos
peleando el apertura 2018, ayer saliendo del Callao, después del 1-1 contra
Cantolao, sentí molestia de la gente pero no resignación. Confió que se dará, confió
en que se nos dará otra vez.
Nos vemos en
Matute el próximo domingo.
Aliancistamente,